Entre la primera y la segunda aparición de Cristo se verá un maravilloso contraste. Ninguna lengua humana puede representar las escenas de la segunda venida del Hijo del hombre en las nubes de los cielos. Él vendrá con su gloria y con la gloria del Padre y de los santos ángeles. Vendrá vestido de un manto de luz que ha usado desde los días de la eternidad.
Los ángeles lo acompañarán. Millares de millares lo escoltarán. Se oirá el sonido de la trompeta, que llamará a los que esperan en el sepulcro. La voz de Cristo traspasará la tumba y llegará hasta los oídos de los que duermen: “Todos los que están en los sepulcros […] saldrán a resurrección de vida”.
¡Qué día será ese, cuando los que rechazaron a Cristo mirarán a aquel cuyos pecados lo traspasaron! Sabrán entonces que él les prometía todo el cielo si tan solo permanecían de su lado como hijos obedientes, y que pagó un precio infinito por la redención de ellos, pero que ellos no aceptaron ser libres de la mortificante esclavitud del pecado […].