Más específicamente, ¿qué efecto tiene la oración? Para tratar de responder esta pregunta, analicemos la vida de Jonás, un personaje del drama bíblico. Su historia es conocida. Jonás fue un profeta que vivió alrededor del año 700 a.C. Dios le encomendó ir a la capital de Asiria, la archienemiga de Israel, y anunciar su destrucción.
Sin decir palabra Jonás se embarcó, pero no hacia Nínive, sino rumbo a Tarsis. La mayoría de los historiadores bíblicos coinciden en que Tarsis se encontraba en España, a más de 3.000 kilómetros al oeste de Nínive. ¡Jonás había decidido huir hacia los confines del mundo conocido!
Dios envía una tormenta para que Jonás recuerde su misión. Como último recurso, los marineros arrojan a Jonás por la borda, porque él reconoce ser la causa del problema. La tormenta amaina mientras Jonás se hunde en las profundidades y es tragado por un gran pez que se convierte en su vivienda durante tres días. Jonás entra al pez rebelde y reacio, pero algo dramático sucede: el comienzo de una metamorfosis, una transformación.
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