"Los dos pactos"
Sábado 26 de noviembre
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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 4:21-31; Génesis 1:28; 2:2, 3; 3:15; 15:1-6; Éxodo 6:2-8; 19:3-6.
PARA MEMORIZAR:
“Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre” (Gál. 4:26).
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LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 4:21-31; Génesis 1:28; 2:2, 3; 3:15; 15:1-6; Éxodo 6:2-8; 19:3-6.
PARA MEMORIZAR:
“Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre” (Gál. 4:26).
LOS QUE RECHAZAN LA AUTORIDAD del Antiguo Testamento ven la Ley como inconsistente con el evangelio. Llegan a la conclusión de que el pacto del Sinaí representa un tiempo en que la salvación estaba basada en la obediencia a la Ley. Ellos dicen que, como el pueblo dejó de vivir a la altura de las demandas de la Ley, Dios introdujo un nuevo pacto de gracia por los méritos de Jesucristo. Así, ven un pacto antiguo, basado en la Ley; y uno nuevo, basado en la gracia.
Pero este concepto, aunque difundido, es erróneo. La salvación nunca fue por la obediencia a la Ley; el judaísmo bíblico, desde el principio, siempre fue una religión de gracia. El legalismo que Pablo confrontaba en Galacia era una perversión no solo del cristianismo sino también del Antiguo Testamento mismo. Los dos pactos representan dos maneras diferentes de relacionarse con Dios, desde Caín y Abel. El antiguo pacto representa a los que, como Caín, erróneamente dependen de su propia obediencia para agradar a Dios; el nuevo pacto representa a quienes, como Abel, dependen enteramente de la gracia de Dios, quien hará lo que ha prometido.
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