Cuando Rachel Carson publicó Primavera Silenciosa en 1962 no tenía manera de saber que estaba desencadenando un movimiento que perdura hasta nuestros días. El movimiento ecologista ha despertado entusiasmo como así también calumnias, generando mucha controversia. La codicia humana se opone al cuidado del medio amiente y muchos cristianos conservadores permanecen indiferentes.
Afortunadamente, está surgiendo una respuesta cristiana positiva hacia las necesidades del medioambiente,1 pero aún es una posición minoritaria ¿Cómo es que la iglesia quedó al margen de un emprendimiento aparentemente positivo? ¿Los cristianos tienen interés legítimo en el medioambiente o esto sería un desvío de la tarea de evangelizar?
Un breve repaso
Antes de Primavera Silenciosa, los autores cristianos decían muy poco en cuanto a nuestra responsabilidad hacia la naturaleza. Inmediatamente después de la publicación hubo un leve aumento de interés, pero siguió siendo bajo. En 1967, el historiador científico Lynn White publicó un artículo culpando ampliamente a las raíces judeo-cristianas del mundo occidental por la crisis ecológica.2 Identificaba como raíz del problema a la doctrina de la creación de la humanidad a imagen de Dios y el hecho que le diera pleno dominio sobre la naturaleza. El artículo atrajo la atención de los escritores cristianos3 y emergieron respuestas desde la indignación hasta el remordimiento. Los argumentos de White pasaron desapercibidos para un grupo de creyentes que continuaron afirmando que la creación era “explícitamente para beneficio del hombre y su poderío...[y] que es la voluntad de Dios que el hombre utilice la naturaleza para sus propios fines”.4
Casi al mismo tiempo el científico atmosférico James Lovelock estudiaba la atmósfera de Marte y admitió que la misma no era compatible con la vida pero observó que la atmósfera terrestre, que permite la vida, es mantenida a su vez, por la vida que hospeda. El concepto de un sistema de retroalimentación global eventualmente llevó a algunos a proponer la controvertida “Hipótesis Gaia”, que fue enarbolada por los seguidores del movimiento neopagano Nueva Era. A su vez, ellos aceptaron el movimiento del medioambiente para proteger la “Tierra Madre”. En respuesta, los cristianos conservadores dieron sus espaldas al cuidado de la creación por temor a que terminase en una adoración a la tierra. En este punto estamos hoy.
Este trasfondo y varias interpretaciones teológicas (¿erradas?) serían la base de obstáculos que tendrían los cristianos relacionados al cuidado de la creación. Los analizaremos brevemente.
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