Como capellán voluntario del turno noche, observaba a un médico de emergencias mientras cerraba el último de muchos puntos que unían la carne de lo que había sido un inmenso orificio. Enderezó la espalda y con sus ojos aún concentrados en la herida que acababa de cerrar musitó, como diciéndose a sí mismo: “Perfecto; está perfecto”. Más tarde pensé: ¿Qué quiso decir? ¿Se refería a los puntos o a que quedó cerrada la herida? ¿Se refería a su trabajo o a todo lo mencionado?
El Sermón del Monte de Jesús cubre tres capítulos de la Biblia (Mat. 5–7). En su primera parte, habla de la actitud de contentamiento que deberíamos desarrollar más allá de las circunstancias. A esta sección la denominamos de “las bienaventuranzas”. Cristo dirige su atención a nuestras motivaciones detrás de lo que hacemos. Lo que realmente cuenta son los motivos y actitudes que impulsan nuestras acciones. A mitad de su sermón, realiza esta inquietante declaración: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto” (Mat. 5: 48).1
1 comentario:
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