Desde la muerte de Elena G. de White, en 1915, no ha habido quizá, en la Iglesia Adventista, un interés tan grande e intenso en el asunto de la inspiración, especialmente de la Hna. de White, como ahora. Es comprensible, pues sus escritos afectan decisivamente a todo creyente.
Los adventistas que aceptan los consejos del espíritu de profecía como del Señor y, consiguientemente, como obligatorios, disfrutan de la seguridad de que son dignos de confianza. Los lectores de la serie "El Gran Conflicto" pueden no sentirse tranquilos, ya que puede sostenerse su siguiente declaración: "La Hna. White no es la originadora de estos libros. Ellos contienen la instrucción que durante el período de su vida Dios le ha estado dando" (CE, 173, ed. 1967)
La manera en que Elena G. de White recibió la luz y cómo ella la impartió a otros, es el tema de un estudio digno y útil. A fin de colocar una base indispensable para comprender su obra, resulta muy importante la atención que se preste a la forma en que ella, una persona inspirada, se relacionó con los tiempos en que vivió, a los sucesos que presenció, las corrientes de información que escuchó en relación con sus escritos y en sus contactos con otros, y a las presiones de aquellos que quisieron influir sobre ella.
En los últimos años se ha despertado un gran interés en lo que ha dado en llamarse las "fuentes" de Elena G. de White en la redacción de la serie "Conflicto", especialmente en los volúmenes El conflicto de los siglos y El Deseado de todas las gentes.
No hay necesidad de conjeturar acerca de estas "fuentes," pues la extensa información contenida en todos los escritos de Elena G. de White y en las declaraciones de los que trabajaron con ella, es clara y amplia.
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