"La prioridad de las promesas"
Sábado 29 de octubre
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Sábado 29 de octubre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 3:15-20; Génesis 9:11-17; Mateo 5:17-20; Éxodo 16:22-26; Génesis 15:1-6.
PARA MEMORIZAR:
PARA MEMORIZAR:
“Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa” (Gál. 3:18).
ALGUIEN, EN CIERTA OCASIÓN, LE PREGUNTÓ a un político: “¿Ha cumplido todas las promesas que hizo durante su campaña?” Él respondió: “Sí, bueno... por lo menos, todas las promesas que yo pensaba cumplir”.
¿Quién no ha estado, alguna vez, en un extremo u otro de una promesa no cumplida? ¿Quién no ha sido el que rompió una promesa, o a quien le quebrantaron una promesa?
Algunas veces la gente hace promesas con toda la intención de cumplirlas, pero más tarde no lo hace. Otros hacen una promesa sabiendo –tan pronto como salieron las palabras de su boca o las letras de su pluma– que no la cumplirán.
Afortunadamente para nosotros, las promesas de Dios son de una categoría totalmente diferente. La Palabra de Dios es segura e inmutable. “Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré”, dijo Dios (Isa. 46:11).
En la lección de esta semana, Pablo dirige nuestra atención a la relación entre la promesa de Dios a Abraham y la ley dada a Israel 430 años más tarde. ¿Cómo debía entenderse la relación entre ambas, y qué implicaciones tiene eso para la predicación del evangelio?
Continúe leyendo en Escuela Sabática de "Conexión Adventista"
ALGUIEN, EN CIERTA OCASIÓN, LE PREGUNTÓ a un político: “¿Ha cumplido todas las promesas que hizo durante su campaña?” Él respondió: “Sí, bueno... por lo menos, todas las promesas que yo pensaba cumplir”.
¿Quién no ha estado, alguna vez, en un extremo u otro de una promesa no cumplida? ¿Quién no ha sido el que rompió una promesa, o a quien le quebrantaron una promesa?
Algunas veces la gente hace promesas con toda la intención de cumplirlas, pero más tarde no lo hace. Otros hacen una promesa sabiendo –tan pronto como salieron las palabras de su boca o las letras de su pluma– que no la cumplirán.
Afortunadamente para nosotros, las promesas de Dios son de una categoría totalmente diferente. La Palabra de Dios es segura e inmutable. “Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré”, dijo Dios (Isa. 46:11).
En la lección de esta semana, Pablo dirige nuestra atención a la relación entre la promesa de Dios a Abraham y la ley dada a Israel 430 años más tarde. ¿Cómo debía entenderse la relación entre ambas, y qué implicaciones tiene eso para la predicación del evangelio?
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